martes, 3 de mayo de 2016

Lactancia materna (I): Lo que casi nadie te cuenta.

Desde antes de quedarme embarazada tenía clarísimo que le daría el pecho a mi futuro bebé. No voy a entrar en detalles de los beneficios que conlleva la lactancia materna con respecto a la lactancia artificial porque eso lo dejaré para otro post.

Como buena madre primeriza, me dediqué a informarme y leer todo lo que iba cayendo en mis manos sobre el tema, sobre todo por la red. Una amiga me recomendó el libro de Carlos González "Un regalo para toda la vida" y me encantó. Amigas y conocidas apoyaban mi decisión de dar el pecho, y hasta ahí, todo bien.

Pero de todas las personas con las que hablé sobre lactancia, sólo una, recién mamá, me advirtió: "La lactancia materna no es sólo lo que te cuentan". Como quedaba poco para que fuera mamá supongo que no quiso agobiarme contándome su experiencia reciente, pero sí que me encendió la luz de alarma sobre que no todo era un camino de rosas.

Siempre había escuchado cosas como "Yo es que no tenía leche" "A mí no me subió" "Mi leche estaba aguada" pero después de leer el libro de Carlos González pensaba que todo eso era falta de información sobre la lactancia o pocas ganas de dar el pecho. Incluso en el libro, apartados como el de las grietas en el pezón, o problemas de cogida del niño al pecho me parecían cosas que le pasaban a una madre entre un millón.

Entonces, llegó el día en el que Alejandro nació. En otra ocasión os hablaré más detenidamente de mi parto, pero para resumir os diré que fue por cesárea y que no fue posible que estuviera con el niño hasta pasadas las dos horas desde su nacimiento. Mi marido se encargó de tenerlo piel con piel hasta que yo subí a la habitación, pero en aquel momento estaba ya tan dormido que no hubo manera de ponerlo al pecho.

Alejandro nació en la semana 39 de gestación, y fue un parto inducido porque sufrí de diabetes gestacional y el niño venía bastante grande, (pesó 3960 gr). Eso, sumado a la anestesia hizo que el niño estuviera adormilado bastantes horas.

Como no se agarraba al pecho de ninguna manera me trajeron el típico botecito de leche artificial con su tetina correspondiente. Yo llevaba un cuentagotas y una jeringuilla porque ya sabía que la tetina sería contraproducente en el caso de que el niño no cogiera el pecho a la primera. Del chupete ni hablemos (pero hablaremos). Tenía tres en el cajón de casa y no llevé ninguno al hospital.

Me advirtieron que el niño debía comer porque debido a la diabetes podría sufrir una hipoglucemia. Así que lo alimenté con la leche artificial durante dos días, sin dejar de ponérmelo al pecho cada vez que le daba con la jeringuilla su dosis de leche, pero el niño no se agarraba, estaba adormilado siempre. Empecé a preocuparme de verdad y le sugerí a la enfermera estimular la subida de la leche con un sacaleches, y me dijo que podía ser buena idea y me animó a ello.

Así que eso hice, durante día y medio cada tres horas me ponía el sacaleches en los dos pechos, cinco minutos en cada pecho, para estimular la subida. No salía ni gota. Alejandro nació un viernes por la tarde, el sábado por la noche empecé a estimular el pecho con el sacaleches, y hasta el lunes por la mañana no saqué ni una gota de calostro. Y seguido del calostro, llegó la leche.

Una vez que la leche subió, respiré pensando que el problema estaba solucionado, ya que pensaba que el niño no mamaba porque no salía nada. Nos dieron el alta y nos fuimos a casa, y no usé el sacaleches en todo el día temiendo "gastar la leche" y que el niño cuando por fin cogiera el pecho no tuviera qué tomar. ERROR: La leche no se gasta, y lo único que conseguí fue ingurgitar el pecho, porque el niño no lo cogió hasta el lunes por la noche.

Y a partir de aquí comenzó la "pequeña pesadilla de la lactancia". Es un proceso que yo denominaría "La pescadilla que se muerde la cola". El pecho está lleno, el niño no mama, el pecho se ingurgita, es decir, se llena tanto que hace difícil que el niño pueda abrir la boca lo suficiente como para coger bien el pezón y parte de la areola, así que cuando consigue coger el pezón, lo coge mal y te hace daño. Como eres primeriza, y estás emocionada porque el niño por fin ha cogido el pecho, no corrijes eso, y aguantas, y el niño sigue mamando mal y tú sufriendo hasta que salen grietas en los pezones y duele más todavía.

A los dos días yo lloraba cada vez que el niño tenía que comer. dolía tanto que tuve que quitármelo del pecho una noche y darle leche artificial para calmarle el hambre mientras me sacaba leche durante toda la noche con el sacaleches para poder alimentarle con jeringuilla, y conseguí que durmiera poniéndole el chupete para calmarlo. Llegué a plantearme darle biberón con mi leche si era necesario, cualquier cosa menos pasar ese dolor horrible que pasaba cuando mi niño se agarraba a mi pecho para comer.

Menos mal que no quería rendirme. Menos mal que lo tenía clarísimo. Menos mal que no dejé que las hormonas se adueñaran de mi cabeza.

Al día siguiente llamé a una doula que se ofreció a venir a casa a ver cómo amamantaba a Alejandro y a darme algunos consejos.

Y ella me enseñó. Que no se trata de meterle el pecho en la boca al niño para que mame, sino de ofrecérselo para que él lo tome si quiere. Que en vez de inclinarnos sobre el niño es mucho mejor que sea el niño el que esté sobre nosotras, un poco recostadas y él encima. Que debemos confiar en el niño más que en nosotras mismas. Su instinto hará que coja el pecho como debe, y si no lo hiciera, podemos corregirlo introduciendo la yema de nuestro meñique en la comisura del labio para deshacer el vacío que se produce en la succión y retirando el pezón suavemente de la boca. Y que la lactancia es un proceso de aprendizaje en el que hay dos personas que trabajan juntas, el niño, y nosotras. Y que el proceso es largo, casi siempre, pero merece la pena. Y antes de que se me olvide: El chupete volvió al cajón.

Aún así, con todos los consejos, y los trucos, tuve que usar pezoneras durante casi dos semanas y el Purelán se convirtió en mi mejor aliado. Hoy, dos meses después de que naciera Alejandro, puedo decir que acabamos de medio entender cómo funciona esto de la lactancia materna. Pero no bajo la guardia, porque me temo que habrá más!

Las reuniones de la Liga de la leche me han ayudado en estos dos meses a entender que estas cosas son naturales, y que le pasan a muchas madres, por no decir a todas. Pero hay como una especie de tabú con respecto a estos problemas, supongo que porque si a todas nos advirtieran lo que pasa, muchas de nosotras decidiríamos no intentarlo siquiera. Hasta yo he llegado a entender a esas madres que dicen "Yo le dí un mes el pecho y luego lo dejé".

He reflexionado mucho sobre mi experiencia, y he escuchado a mujeres con experiencias parecidas, y creo que si en vez de silenciar las dificultades que tiene dar el pecho al principio, hubiera más personas dispuestas a ayudar e informar a las madres, esas dificultades serían mucho más llevaderas, incluso a veces, lograríamos evitarlas.

La matronas deberían hacer más hincapié y preparar a las madres, los pediatras deberían guardarse la leche artificial para bebés que realmente la necesitan y las madres deberían advertir y enseñar a otras madres. Entonces todo sería mucho más fácil.

No pretendo ponerme flores y decir que yo soy más que otra que se ha rendido al biberón por el dolor, por las grietas, o simplemente, porque se le han agotado las fuerzas para seguir intentándolo. Hoy, más que nunca, las comprendo, porque dar el pecho es un sacrificio enorme y requiere un esfuerzo brutal. A mí, personalmente, me merece la pena, porque se me olvida todo cuando veo a mi niño soltar el pezón completamente saciado, y me doy cuenta que la felicidad es eso.




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